De Vampiros

Foto: Fer

Recuerdo con gratitud a mis amigas del Colegio de Ciencias y Humanidades. Él me hace retroceder en el tiempo para visualizar esas imágenes que se desenvuelven como llamas encendidas en mi estomago y corazón. Y es que la última ves que lo vi - poco antes de que apretara su cuello hasta escuchar un crujido similar al que hacen los polleros cuando destazan un pollo – me comento que era un vampiro y que dormía de día para atacar de noche.
Mis amigas eran seguidoras del demonio: vestían completamente de negro, alucinaban con las llamas del infierno, con el dolor y el sufrimiento que debía de haber allí. Deliraban con grupos de música cuya materia fuerte eran las voces obscuras y tenebrosas, las guitarras eléctricas y los órganos de alientos fuertes y persistentes.
Cuando las conocí no sabia de que modo cambiarían mi vida. En un principio me enamore de Raquel después de Maria. Juntos armábamos unas orgías tremendas, nos revolcábamos en la cama de alguna de ellas y terminábamos vomitando unos sobre otros por el solo hecho de sentir nuestra hediondez y miseria.

Empecé a salir más con Raquel, ella me decía que Maria no compaginaba con nosotros pues no se atrevía a cometer más locuras. Y la verdad es que no entendía a que se refería con “locuras” pues yo lo más que hacia era beber, drogarme un poco con activo y desnudarme de vez en cuando en alguna fiesta, pero la seguía pues era la que mejor cuerpo tenia.

A ambos nos gustaba la marihuana, recuerdo que una ves ella quedo inconsciente en mis brazos después de haber fumado una gran porción. Yo solo la veía y pensaba en que por fin su sueño de conocer el infierno se haría realidad. Cuando desperté ya se encontraba preparando el desayuno y cantando una canción, como si nada hubiera pasado.

Pronto empecé a conocer más acerca de la vida en otros planetas, de la oscuridad, el satanismo y los cultos sangrientos. A Raquel le apasionaban estas cosas, yo la escuchaba admirado y dejaba que con cigarrillos prendidos me marcara una cruz al revés en el pecho, para luego hacer yo lo propio en el suyo. Aún así, esto no me llamaba mucho la atención y seguía vistiéndome y siendo el mismo de siempre.

Un hecho fue el que marco el comienzo de lo que ahora me apasiona. En cierta ocasión nos reunimos los tres e invitamos a algunos amigos a beber en un bar clandestino que se encontraba atrás de la central camionera que estaba por la escuela. Era una tienda en la cual se vendía de todo menos alcohol, pero en donde si concias al mister te dejaba adentrarte a lo que en ese tiempo era una vecindad abandonada y en cuyos cuartos había acomodado mesas, un refrigerador oxidado lleno de cervezas y una rocola.

Nosotros acostumbrabamos a ir seguido, casi diario, pero en esta ocasión el dueño del lugar nos advirtió que un cuarto estaba sellado por la policía. Nuestro asombro fue grande cuando nos informo que la Pelos había matado a la Maru y la andaban buscando.

La Pelos y la Maru eran las únicas inquilinas de aquel viejo lugar. Las conocíamos bien pues siempre les alegraba que “jóvenes” como nosotros nos atreviéramos a andar por esos lugares “de mala muerte” como si nada. La Pelos era un travestí viejo, gris y muy alto cuyos labios excesivamente pintados de labial siempre dejaban en mi mejilla y a veces en mi boca una marca roja. La Maru era su pareja: una mujer grande, gorda y muy amable que siempre andaba cuidando su aspecto con un espejo el cual parecía mirar a cada segundo.

Conocíamos su cuarto pues ya varias veces nos lo habían prestado por ser el único con un colchón a ras de suelo en el cual podías pasar, junto con ellas, horas de absoluta felicidad.

En efecto, cuando pasamos por ahí los sellos de la policía impedían el paso. Nos sentimos mal, un aire de soledad absoluta nos rodeaba y nuestros invitados de esa tarde prefirieron irse a su casa a acostarse temprano: los puros sellos los habían impactado. Nosotros decidimos quedarnos y echar un vistazo. Raquel empujo la puerta que solo estaba emparejada.

El mister nos acompañaba mientras presenciábamos el espectáculo post mortuorio. No toquen nada nos advirtió pero yo me encontraba ya a ras del suelo oliendo el colchón que aun emanaba un aroma mezclada de pasión con sangre. Las paredes estaban repletas de ese líquido rojo que recorre nuestras venas, en el colchón había restos aún de masa encefálica, de cráneo con un poco de cabello. Una sopa instantánea descansaba a medio comer con un tenedor en su interior manchado, como todo, de sangre.

Nunca olvidare esa visión, ni el olor pues me gusto. Salí revitalizado e imaginaba la acción tal y como nos la había platicado el mister: La Pelos azotando una y otra vez el tabique, que aún se encontraba dentro del cuarto, contra la cabeza de la Maru. Parecía escuchar el crujir de esa preciosa cabeza, ver emanar los líquidos mezclados: rabia, orín, sangre, a la criminal salpicada de residuos carnales. Me dieron ganas de llorar y lo hice pues la verdad me había sido otorgada.

A partir de ahí no fui el mismo. En cierta ocasión mis amigas me invitaron a un ritual satánico. Estábamos solo los tres y llevaban huevos, velas negras, un libro, inciensos y un gato grande de color negro. Después de rezar algo parecido más al Ave Maria que a otra cosa y romper los huevos, que para mi sorpresa, emanaban una sustancia negra y olorosa, teníamos que matar al gato. Maria seria la encargada pero después de varios intentos fallidos no pudo atinar a la cabeza del animal con aquel tabique parecido al que había usado La Pelos.

Al verse ambas impedidas para tal acción me dijeron: te toca. En sus ojos percibía el miedo de quienes nunca han matado ni un insecto. Agarre al animal por el cuello, lo retorcí entre mis manos mientras me rasguñaba los brazos causándome heridas profundas que emanaban sangre abundante. Raquel empezó a lamerme para limpiarme, Maria hizo lo propio con el gato al cual los ojos se le habían salido. Y sí terminamos todos manchados y sí: tomamos sangre.

Es por eso que cuando él me dijo que era un vampiro no le creí y lo mate. Para ser uno de esos pensé, mientras veía sus ojos ponerse blancos y sentía temblar su cuerpo, te tiene que gustar la sangre cabrón.

A mi me gusta.

Don Fer
Mayo 2007

No comments: